A Mario Palestro R.
Era puro pueblo,
puro Chile,
era puro corazón,
era figura pequeña
y rechoncha,
era figura grande
en ideales.
Era puro vino y
asado,
era bigotes,
risotada y garabato,
era consecuencia y
lealtad,
era puño en alto y
puño al frente.
Luchador de causas
justas y perdidas
luchador
infatigable.
Socialista de
buena cepa
de esos que ya no
existen
de los que no se
renuevan.
Regidor, Alcalde,
Diputado,
donde estuviera se
las jugaba
por su pueblo y
sus ideales
en su trinchera de
amor
Sus ojos brillaban
de dulzura
con los niños y
los humildes,
sus ojos se
endurecían
al mirar de frente
y sin bajar la vista
a los enemigos del
pueblo,
asesinos, cobardes
y traidores
que lo obligaron
al exilio
terriblemente
cruel.
La ausencia
obligada,
la esperanza sin
límites del retorno.
Largos años de
espera para volver por fin
a su querido
Chile,
a su República
Independiente de San Miguel,
a su pueblo, a sus
compañeros,
tan cambiados
ahora, que decepción.
Se fue apagando
lentamente
como agitada fue
su existencia.
Nos dejó para
quedarse.
Esta vez nadie lo
obligará
a dejar su tierra
pues para siempre
se quedó en ella.